martes, 10 de mayo de 2016

El fortalecimiento de los partidos comunistas y la lucha por la unidad política del proletariado; Georgi Dimitrov, 1935

Assen Vassilev - «G. Dimitrov con los mineros de rally Pernik en la capital - 24 de mayo de 1911»

«¡Camaradas! En la lucha por establecer el frente único aumenta de un modo extraordinario el papel dirigente de los partidos comunistas. Sólo el partido comunista es en realidad el iniciador, el organizador, la fuerza motriz del frente único de la clase obrera.

Los partidos comunistas sólo pueden asegurar la movilización de las amplias masas trabajadoras para luchar unidas contra el fascismo y la ofensiva del capital, si fortalecen sus propias filas en todos los aspectos, si despliegan su iniciativa, si llevan a cabo una política marxista-leninista y una táctica justa y flexible, que tenga en cuenta la situación concreta y la distribución de las fuerzas de clase.

El fortalecimiento de los partidos comunistas

En el período entre el VIº congreso de la Komintern de 1928 y de este VIIº congreso presente de 1935, nuestros partidos de los países capitalistas han crecido sin duda alguna y se han templado considerablemente. Pero sería un error sumamente peligroso darse por satisfecho con esto. Cuanto más se extienda el frente único de la clase obrera, más tareas nuevas y complicadas se nos plantearán, más tendremos que trabajar por el fortalecimiento político y orgánico de nuestros partidos. El frente único del proletariado hace brotar un ejército de obreros, que sólo puede cumplir su misión, si tiene a su cabeza un guía que le señale sus objetivos y sus caminos. Sólo un fuerte partido revolucionario puede ser este guía.

Cuando nosotros, los comunistas, hacemos todos los esfuerzos por establecer el frente único, no lo hacemos desde el punto de vista mezquino de reclutamiento de nuevos afiliados para los partidos comunistas. Pero precisamente porque queremos fortalecer seriamente el frente único, debemos fortalecer también en todos los aspectos los partidos comunistas y aumentar sus efectivos. El fortalecimiento de los partidos comunistas no representa un interés cerrado del partido, sino un interés de toda la clase obrera.

La unidad, la cohesión revolucionaria y la presteza combativa de los partidos comunistas son el más precioso capital, que no nos pertenece solamente a nosotros, sino a toda la clase obrera. Hemos asociado y seguiremos asociando la disposiciones para lanzarnos a la lucha contra el fascismo a los partidos y organizaciones socialdemócratas, sin que eso suponga evitar la lucha irreconciliable contra el socialdemocratismo como ideología y como práctica de la conciliación con la burguesía, y también, por consiguiente, sin levantar el veto contra toda penetración de esta ideología en nuestras propias filas.

En la realización decidida y audaz de la política del frente único, encontramos en nuestras propias filas obstáculos, que tenemos que vencer, cueste lo que cueste, en el menor espacio posible de tiempo.

Después del VIº Congreso de la Komintern de 1928 se llevó a cabo, en todos los partidos comunistas de los países capitalistas, una lucha victoriosa contra la tendencia a la adaptación oportunista a las condiciones de la estabilización capitalista y contra el contagio con las ilusiones reformistas y legalistas. Nuestros partidos limpiaron sus filas de toda clase de oportunistas de derecha y con ello afianzaron su unidad bolchevique y su capacidad combativa. Con menos éxito se libró y, a veces, no se libró de ningún modo la lucha contra el sectarismo. El sectarismo no se manifestaba ya en formas primitivas y descaradas, como en los primeros años de existencia de la Komintern, sino que, disfrazándose con el reconocimiento formal de las tesis bolcheviques, frenaba el despliegue de la política bolchevique de masas. En nuestros tiempos, ya no es con frecuencia una «enfermedad infantil», como lo calificó Lenin, sino un vicio muy arraigado, y sin curarnos de él, no podremos resolver el problema de crear un frente único proletario y llevar a las masas de las posiciones reformistas hacia la revolución.

En la situación actual, el sectarismo, ese sectarismo engreído, como lo calificamos en nuestro proyecto de resolución, entorpece ante todo nuestra lucha por la realización del frente único; ese sectarismo, satisfecho de su estrechez doctrinaria y de su alejamiento de la vida real de las masas; satisfecho de sus métodos simplistas, para resolver los problemas más complicados del movimiento obrero sobre la base de esquemas cortados por un patrón; ese sectarismo, que pretende saberlo todo y no cree necesario aprender de las masas, de las enseñanzas del movimiento obrero; en una palabra, el sectarismo, para el cual todo es una pequeñez; ese sectarismo engreído no quiere, ni puede comprender que situar a la clase obrera bajo la dirección del partido comunista no se consigue espontáneamente.

El papel dirigente del partido comunista en las luchas de la clase obrera hay que conquistarlo. Para esto, no hace falta declamar acerca del papel dirigente de los comunistas, sino que hay que merecer, ganar, conquistar la confianza de las masas obreras con una labor cotidiana de masas y una política justa. Esto sólo se logrará si nosotros, los comunistas, en nuestra labor política tenemos seriamente en cuenta el verdadero nivel de conciencia de clase de las masas, su grado de revolucionarización, si apreciamos seriamente la situación concreta, no a través de nuestros de deseos, sino a través de la realidad. Tenemos que facilitar a las extensas masas, pacientemente, paso a paso, el tránsito a las posiciones del comunismo. No debemos olvidar jamás las palabras de Lenin, quien nos advirtió con toda energía que:

«Se trata precisamente de no creer que lo que ha caducado para nosotros haya caducado para la clase, para la masas».  (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)

¿Acaso ahora, camaradas, hay todavía en nuestras filas pocos doctrinarios que en la política del frente único sólo perciben, siempre y en todas partes, los peligros? Para esos camaradas, todo el frente único constituye un peligro rotundo. Pero esta «firmeza de principios» sectaria no es otra cosa que el desamparo político ante las dificultades de la dirección inmediata de la lucha de masas.

El sectarismo se manifiesta especialmente en la apreciación exagerada de la revolucionización de las masas, en la apreciación exagerada del ritmo, con que se apartan de las posiciones del reformismo, en el intento de saltar las etapas difíciles y los problemas complicados del movimiento. Los métodos de dirección de las masas se sustituían frecuentemente en la práctica por los métodos de dirección de un grupo cerrado de partido. A consecuencia de esto no se apreciaba debidamente la fuerza de los lazos tradicionales entre las masas y sus organizaciones y direcciones y, cuando las masas no rompían estos lazos de golpe y porrazo, se adoptaba frente a ellas una actitud tan brusca, como frente a sus dirigentes reaccionarios. La táctica y las consignas se convertían en un «patrón», válido para todos los países, y no se tenían en cuenta las particularidades de la situación concreta en cada país dado. Se pasaba por alto la necesidad de desplegar, en el seno de las propias masas, una lucha tenaz para ganar su confianza, se descuidaba la lucha por las reivindicaciones parciales de los obreros y la labor dentro de los sindicatos reformistas y de las organizaciones fascistas de masas. La política del frente único se suplantaba frecuentemente por meros llamamientos y por la propaganda abstracta.

Las actitudes sectarias entorpecían en no menor grado la selección acertada de los hombres, la educación y formación de cuadros relacionados con las masas, que gocen de la confianza de éstas, de cuadros con consecuencia revolucionaria y probados en las luchas de clases, que sepan asociar a la experiencia práctica del trabajo de masas la firmeza de principios del bolchevique.

De este modo, el sectarismo retrasó considerablemente el crecimiento de los partidos comunistas, dificultó la aplicación de una auténtica política de masas, entorpeció la explotación de las dificultades del enemigo de clase que debía fortificar las posiciones del movimiento revolucionario, impidió la conquista de las extensas masas proletarias para los partidos comunistas.

Luchando del modo más resuelto por extirpar y superar los últimos resabios del sectarismo engreído, tenemos que fortalecer por todos los medios nuestra atención vigilante y nuestra lucha contra el oportunismo de derecha y contra todas sus manifestaciones concretas, teniendo en cuenta que el peligro de este oportunismo crecerá, a medida que se vaya desplegando un amplio frente único. Ya existen tendencias a rebajar el papel del partido comunista en las filas del frente único y a reconciliarse con la ideología socialdemócrata. No se debe perder de vista que la táctica del frente único es un método para persuadir palpablemente a los obreros socialdemócratas de la justeza de la política comunista y de la falsedad de la política reformista, y no una reconciliación con la ideología y la práctica socialdemócratas. La lucha eficaz por establecer el frente único exige de nosotros ineludiblemente una lucha constante, dentro de nuestras propias filas, contra la tendencia a rebajar el papel del partido, contra las ilusiones legalistas, contra la orientación hacia la espontaneidad y el automatismo, tanto en lo que respecta a la liquidación del fascismo como en lo que se refiere a la consecución del frente único, no hay que dejar duda y cortar las más mínimas vacilaciones, llegado el momento de la actuación decisiva. Nos enseña el camarada Stalin que:

«Es necesario que el partido sepa conjugar en su labor la máxima fidelidad a los principios –¡no confundir eso con el sectarismo!– con la máxima ligazón y el máximo contacto con las masas –¡no confundir eso con el seguidismo!–, sin lo cual al partido le será imposible, no sólo instruir a las masas, sino también aprender de ellas, no sólo guiar a las masas y elevarlas hasta el nivel del partido, sino también prestar oído a la voz de las masas y adivinar sus necesidades apremiantes». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre las perspectivas del Partido Comunista de Alemania y sobre su bolchevización, 3 de febrero de 1925)

La unidad política de la clase obrera

¡Camaradas! El desarrollo del frente único de lucha conjunta de los obreros comunistas y socialdemócratas contra el fascismo y la ofensiva del capital plantea también el problema de la unidad política, del partido político único de masas de la clase obrera. Los obreros socialdemócratas se van convenciendo cada vez más, por experiencia, de que la lucha contra el enemigo de clase exige una dirección política única, pues la dualidad de dirección dificulta el seguir desarrollando y fortaleciendo la lucha en común de la clase obrera.

Los intereses de la lucha de clase del proletariado y el éxito de la revolución proletaria imponen la necesidad de que exista en cada país un partido único del proletariado. El conseguirlo no es naturalmente tan fácil y sencillo. Exige una labor y una lucha tenaces y será necesariamente un proceso más o menos largo. Los partidos comunistas, apoyándose en la creciente gravitación de los obreros hacia la unificación de los partidos socialdemócratas, de algunas de sus organizaciones con los partidos comunistas, deben tomar en sus manos con seguridad y firmeza la iniciativa de esta unificación. La causa de la unificación de las fuerzas de la clase obrera en un partido proletario revolucionario único, en estos momentos, en que el movimiento obrero internacional entra en el período de liquidar la escisión, es nuestra causa, es la causa de la Komintern.

Pero, si para establecer el frente único de los partidos comunista y partidos socialdemócratas basta con llegar a un acuerdo sobre la lucha contra el fascismo, contra la ofensiva del capital y contra la guerra, la creación de la unidad política sólo es posible sobre la base de una serie de condiciones concretas que tienen un carácter de principio.

Esta unificación sólo será posible:

Primero, a condición de independizarse completamente de la burguesía y romper completamente el bloque de la socialdemocracia con la burguesía;

Segundo, a condición de que se realice previamente la unidad de acción;

Tercero, a condición de que se reconozca la necesidad del derrocamiento revolucionario de la dominación de la burguesía y de la instauración de la dictadura del proletariado en forma de soviets;

Cuarto, a condición de que se renuncie a apoyar a la propia burguesía en una guerra imperialista;

Quinto, a condición de que se erija el partido sobre la base del centralismo democrático, que asegura la unidad de voluntad y de acción y que ha sido constatado ya por la experiencia de los bolcheviques rusos.

Tenemos que aclarar a los obreros socialdemócratas, con paciencia y camaradería, por qué la unidad política de la clase obrera es irrealizable sin estas condiciones. Con ellos debemos enjuiciar el sentido y la importancia de estas condiciones.

¿Por qué, para la realización de la unidad política del proletariado, es necesario independizarse de la burguesía y romper el bloque de la socialdemocracia con la burguesía?

Porque toda la experiencia del movimiento obrero y, en particular, la experiencia de los quince años de política de coalición en Alemania han puesto de relieve que la política de la colaboración de clases, la política de dependencia de la burguesía lleva a la derrota de la clase obrera y a la victoria del fascismo. Y la senda de la lucha irreconciliable de clases contra la burguesía, la senda de los bolcheviques es la única senda segura hacia el triunfo.

¿Por qué el establecer previamente la unidad de acción ha de ser premisa de la unidad política?

Porque como es lógico, la unidad de acción para rechazar la ofensiva del capital y del fascismo puede y debe lograrse aún antes de que la mayoría de los obreros se unifiquen sobre la plataforma política común del derrocamiento del capitalismo; para llegar a la unidad de ideas acerca de los caminos y los objetivos fundamentales de la lucha del proletariado, sin la cual no se podría unificar a los partidos, hace falta, en cambio, un plazo de tiempo más o menos largo. Y lo mejor para llegar a la unidad de ideas, es crearla ya, hoy mismo, en la lucha conjunta contra el enemigo común. Proponer, en vez del frente único, la inmediata unificación, equivale a colocar el carro delante de los bueyes y a creer que de este modo el carro andará (Risas). Precisamente porque el problema de la unidad política no es para nosotros una maniobra, como lo es para muchos jefes socialdemócratas, insistimos en que se realice la unidad de acción, como una de las etapas más importantes en la lucha por la unidad política bajo las condiciones comentadas anteriormente.

¿Por qué es necesario reconocer el derrocamiento revolucionario de la burguesía y la instauración de la dictadura del proletariado bajo la forma del poder soviético?

Porque la experiencia del triunfo de la gran revolución socialista de octubre de 1917, de una parte, y de otra, las amargas enseñanzas de Alemania, Austria y España, durante todo el período de posguerra, han corroborado una vez más que el triunfo del proletariado sólo es posible mediante el derrocamiento revolucionario de la burguesía, y que la burguesía, antes de permitir que el proletariado instaure el socialismo por la vía pacífica, ahogará el movimiento obrero en un mar de sangre. La experiencia de la revolución de octubre de 1917 ha demostrado, con toda evidencia, que el contenido básico de la revolución proletaria es el problema de la dictadura del proletariado, cuya misión es aplastar la resistencia de los explotadores derribados, armar a la revolución para la lucha contra el imperialismo y llevar a la revolución hasta el triunfo completo del socialismo. Para llevar a cabo la dictadura del proletariado, como dictadura de la aplastante mayoría sobre una minoría insignificante, sobre los explotadores –y únicamente así puede ser llevada a cabo– son necesarios los soviets que abarquen a todas las capas de la clase obrera, a las masas principales del campesinado y demás trabajadores, ya que sin despertarlos e incorporarlos a estos al frente de la lucha revolucionaria, será imposible afianzar el triunfo del proletariado.

¿Por qué el negarse a apoyar a la burguesía en una guerra imperialista es condición para establecer la unidad política?

Porque la burguesía hace la guerra imperialista para alcanzar sus objetivos rapaces en contra de los intereses de la mayoría aplastante de los pueblos, cualquiera que sea el disfraz, bajo el cual se haga la guerra. Porque todos los imperialistas, al mismo tiempo que se arman febrilmente para la guerra, refuerzan hasta el último límite la explotación y la opresión de los trabajadores dentro del propio país. Apoyar a la burguesía en semejante guerra, significaría traicionar los intereses del país y de la clase obrera internacional.

Finalmente, ¿por qué el erigir el partido sobre la base del centralismo democrático es condición para la unidad?

Porque solamente un partido erigido sobre la base del centralismo democrático puede asegurar la unidad de voluntad y de acción, puede llevar al proletariado al triunfo sobre la burguesía, que dispone de un arma tan potente como el aparato centralizado del Estado. La aplicación del principio del centralismo democrático ha pasado una brillante prueba histórica con la experiencia del partido bolchevique ruso, el partido de Lenin y Stalin.

Sí, nosotros, camaradas, somos partidarios de un único partido político de masas de la clase obrera. Pero de aquí se desprende como dice Stalin, la necesidad de:

«Un partido combativo, de un partido revolucionario, lo bastante intrépido para conducir a los proletarios a la lucha por el poder, lo bastante experto para orientarse en las condiciones complejas de la situación revolucionaria y lo bastante flexible para sortear todos y cada uno de los escollos, que se interponen en el camino hacia sus fines». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Fundamentos del leninismo, 1924)

He aquí por qué es necesario esforzarse para conseguir la unidad política sobre la base de las condiciones apuntadas.

¡Somos partidarios de la unidad política de la clase obrera! Por eso, estamos dispuestos a colaborar del modo más estrecho con todos los socialdemócratas que sean partidarios del frente único y que apoyan sinceramente la unificación de acuerdo con los principios mencionados. Pero precisamente por eso, porque somos partidarios de la unificación, lucharemos decididamente contra todos los demagogos de «izquierda», que intenten explotar el desengaño de los obreros socialdemócratas, para crear nuevos partidos o internacionales socialistas, dirigidos contra el movimiento comunista y que ahondan por tanto la escisión de la clase obrera.

Saludamos la tendencia creciente de los obreros socialdemócratas hacia el frente único con los comunistas. Vemos en este hecho el incremento de su conciencia revolucionaria y un signo de que se comienza a superar la escisión de la clase obrera. Considerando que la unidad de acción es una necesidad urgente y también el camino más seguro hacia la creación de la unidad política del proletariado, declaramos que la Komintern y sus secciones están dispuestas a entrar en negociaciones con la II Internacional y sus secciones respectivas para la creación de la unidad de la clase obrera en la lucha contra la ofensiva del capital, contra el fascismo y contra la amenaza de una guerra imperialista (Aplausos)». (Georgi DimitrovLa clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 2 de agosto de 1935)

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